Todo empezó en un viaje a Mongolia. Era noviembre de 2001 y buscaba localizaciones para un documental. En la cordillera del Altai me encontré con una caravana de nómadas. Sobre uno de sus caballos había una vieja televisión. Les pregunté dónde iban.
- Al árbol de hierro - respondió el que parecía ser el jefe.
Quise saber qué tenía de especial aquél árbol que atraía a una caravana de mongoles a través de la estepa.
- No es un árbol - dijo el jefe - son unos hierros que abandonaron los militares y funcionan como antena.
Es la final del campeonato. La final de la copa del mundo. Iban a ver un partido de fútbol.
A lo largo de mis viajes, en Níger, Mongolia, o la selva amazónica siempre los he encontrado: gente que vive aislada en la selva o el desierto, que pinta sus cuerpos para una ceremonia tribal o caza con águilas reales... y que saben qué número lleva Ronaldo en la camiseta o cuál fue el último golazo de Zidane.
Esta película surgió así. En ella quiero mostrar las peripecias de esos hombres que viven en los sitios más recónditos del planeta y comparten la pasión por el fútbol. Hombres que cambian sus vidas y son capaces de recorrer muchos kilómetros para ver un partido. Hombres que sueñan con ver La Gran Final.
Gerardo Olivares