Hay películas que tienen vida propia, solo es cuestión de despertarles el ánimo.
La vida de "LA MULA", desde la novela a la gran pantalla, comienza mucho antes de que llegue a mis manos. Posiblemente comienza en el momento en el que un padre le cuenta la historia a su hijo.
Ese padre fue Juan Eslava Castro, padre del escritor Juan Eslava Galán y a quien que va dedicada la película. Y, obviamente el hijo, es el autor de la novela en la que está basada.
En 2004, Gheko Films adquirió los derechos de la adaptación cinematográfica.
Han pasado cosas.
Pero recuerdo, como si fuera ayer, las palabras de Juan: "Yo soy la memoria de mi padre".
La memoria, el recuerdo, la imaginación. Esto es, el caldo de cultivo que dota a las películas de vida propia.
Y cuando la vida lucha por sobrevivir y se abre paso, solo lo esencial es imprescindible. Los borradores de guión acaban en la papelera, los magníficos actores que no están en el reparto quedan escondidos en las cintas del casting y todas las tomas falsas se descartan del montaje.
Tanto trabajo. Tantas personas durante estos nueve años que se han esforzado tanto.
La película va cobrando vida propia y las cosas pasan, por muy tremendo o extraño que a alguno le pueda parecer.
Las cosas pasan porque hay que cerrar el reparto y el reparto se cierra. Hay que rodar un guión, y el guión se rueda. Se monta y se sonoriza. Se compone la música y comprendemos que la película tiene alma y que tiene vida.
El proceso de producción ha terminado.
En Mayo del 2013 "LA MULA" por fin verá la luz.
Alejandra Frade
Los aficionados al cine conocemos de memoria las últimas palabras de Roy Batty. "Todas esos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia". Por eso, porque yo no quería que las vivencias de mi padre se perdieran con su muerte, escribí la novela LA MULA, que recoge la singular empresa en la que se embarcó cuando era cabo acemilero en la guerra: la de salvar una mula que, llegada la paz, sirviera para levantar su casa y su futuro.
La historia sobre el papel, y su guión cinematográfico, cobraron vida propia y se convirtieron en un alegato antibelicista y en una bella historia de amistad y esperanza. Me gustaría que fuese también un homenaje y un brindis conciliador por todos aquellos sufridos soldados anónimos que hicieron la Guerra Civil.
Juan Eslava Galán